jueves, 9 de junio de 2011

Que el tedio no se nos vuelva costumbre.

Punto y coma; en cualquier momento soy golpeada por la delicia de los intereses mal registrados, saldos, aportes, gritos, contabilidad contante y sonante, movimientos bancarios sin ritmo, cuentas y consignaciones, dolor de pulmón, hastío. Clientes que ladran, banqueros que muerden, mensualidades monstruosas dineros oportunos, cuenta preferencial. Extractos bancarios con olor a jugo de tomate para ensaladas. Mujeres con taconcillos corruptos, sellitos indelebles, tintos dulces, cheques por cero pesos para canjear en el banco de las sonrisas inestables y espasmódicas. Distracciones. Me dan ganas de existir. No tengo claro mi horizonte, no sé si todo está a lo mejor en el banco de horizonte, de pronto es que tengo el alma horizontal de un dinosaurio verde pálido, una mente uniformemente horizontal, pero no tiene caso seguramente he perdido el horizonte entre algún vértice que no conocí jamás. Me siento a recibir seis sagradísimas horas de clases inocuas que me dejan abandonada sobre una superficie resbalosa achacable solo al sudor benigno que produce dormir a tres pisos del asfalto gris con manchitas naranjas originadas por la luz de los postes de energía.
Paso meses peguntándome que ha pasado, Por qué  le he perdido la sucesión de letras que conforman ciertas líneas y renglones, Por qué  la música no me llega y las formas de mi rostro encajan a la perfección con el tuyo y me pregunto también si tú pensaras lo mismo, si a ti te sabe igual este amor que a mí me preocupa. Me pregunto si esta tristeza se ignora, se evade, se afronta o se disfruta. Me aburro de preguntarme y paso la yema de mis dedos por sobre las clavículas, luego el cuello, el mentón, me detengo en las comisuras de la boca sin tocar mis labios, presumo que así está bien, muy bien.
Regreso a los espacios poco espaciales y nada galácticos del aula. Me sofoco, me comprendo, siento lastima por mi constante llanto, me recibo con los brazos abiertos, considero mi existencia, me considero a mí.
Los cheques giran y a la final no se oye tan aburrido como las cifras indomables de tantas empresas inexistentes limitadas.
Una cometa, necesito una cometa porque jamás eleve una, no, nunca, jamás lo hice.
He anulado posibilidades y viceversa (he sido anulada por muchas posibilidades).
Graznido grupal, lógica de patos (y esta lógica de patos no es mía ni mucho menos, sino más bien es de la chica aburrida que presenta proyectos de grado pintando niños disfrazados de canguros, porque a lo mejor ella siempre odio los uniformes - y no la culpo – y los pantalones con tirantes, y afirmando esto miento, jamás cruce palabra con ella, esto no es más que un paréntesis  pato-lógicamente incomprensible). Alguien pronuncia error, otra vez pienso, pierdo el tiempo de nuevo charlándole a las hojas con la tinta negra de algo que ni siquiera puede llamarse bolígrafo, algo que apareció así nada más, ilógicamente, desmedidamente, pato-lógicamente.
Las cuentas son corrientes; se les tacha de simplonas, son insustanciales, insípidas, insulsas, a lo mejor no sueñan con cuentos. Concuerdo con todo lo anterior. Error entre puntos y comas, elaboración de recibos que nacieron en algún lugar llamado caja y necesitan de algún trago de valor para bajar la acides de la situación económica, y el sinsabor de las manos de cualquier secretaria rota que canta bajito la canción de moda y se saca los tacones bajo del escritorio.
6:15 pm. A esta hora ya todos olemos a sueños cansados, a perfume barato y deseos ahogados entre comisiones, transferencias de dinero, interés por préstamos, más cheques y menos besos. No se necesita más para matar al adolescente promedio y ponerle el cerebro en el programa de TV más cercano. Y ahora ataca desvergonzado el fin de semana que asoma la cara justo un miércoles cuando todo va a media semana y escandaliza con el próximo amor de sábado, si se tiene suerte quizá se consiga el viernes a la media noche, a media cerveza, cuando todo va en mitad de canción luego de media botella de whiskey barato para pasarse entero el peso de crecer y fingir que no duele, que es no más el dolor de cabeza del guayabo y algunas otras frutas que los domingo a las 7:15 am pesan igual.

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